Adriana Vilas
Travel designer


Adriana Vilas, Travel designer
Cuando llega el otoño al norte de España, algo en el aire cambia.
No es solo la temperatura que desciende suavemente ni las hojas que empiezan a vestir de oro, ámbar y cobre los bosques; es también el ritmo de la vida, que se desacelera.
Las prisas se disuelven y lo cotidiano se vuelve nuevamente rutina.
Es tiempo de mirar, de saborear y de sentir. Y no hay mejor lugar para rendirse a este arte de vivir que el norte de España: La Rioja, Navarra y el País Vasco.
La Rioja: La elegancia de la vendimia
En La Rioja, otoño es sinónimo de vendimia, ese ritual ancestral que transforma la tierra en vino.
Los viñedos se tiñen de rojo, ocre y dorado mientras el aire se impregna del aroma de las uvas maduras.
La actividad en las bodegas es frenética pero festiva: las manos recolectan, las máquinas prensan, los mostos fermentan, y el corazón late al ritmo del vino nuevo.
Desde Haro hasta Laguardia, el viajero puede adentrarse en calados centenarios excavados en roca viva o descubrir la arquitectura vanguardista de bodegas diseñadas por Gehry o Calatrava.
Pero lo que realmente emociona es escuchar a los enólogos hablar de su vino como quien habla de un hijo, con orgullo y pasión.
Maridar un tempranillo joven con unas patatas a la riojana frente a una chimenea es una experiencia que despierta los sentidos. Las sobremesas se alargan, el tiempo se disuelve entre risas y confidencias, y todo parece encajar de forma natural.
En Rioja, cada sorbo cuenta una historia.
Navarra: Tradición y sabor en estado puro
En el corazón de Navarra, Olite se alza como un decorado de cuento.
El castillo-palacio de Olite, sus calles empedradas, sus murallas medievales y su enclave rodeado de viñas lo convierten en uno de los destinos más evocadores del otoño.
La gastronomía navarra brilla con luz propia: la caza de temporada; las setas recolectadas al alba en los hayedos; las verduras de huerta mimadas con recetas transmitidas de generación en generación.
Todo acompañado de vinos con carácter, de acidez equilibrada y taninos amables.
Los paisajes navarros también cuentan historias.
Rutas entre pueblos que huelen a pan recién hecho, mercados donde se negocia el precio de las alcachofas con la misma intensidad con la que se habla de fútbol, y plazas donde el tiempo se detiene para ver caer las hojas.
País Vasco: Donde la gastronomía es arte
En el País Vasco, comer es una forma de cultura.
Todo gira en torno al sabor, la calidad del producto y el respeto por la tradición.
Pero también hay creatividad, osadía y excelencia. San Sebastián es, sin duda, el epicentro de este movimiento. Sus bares de pintxos son templos donde cada bocado es una obra de arte en miniatura.
Fuera de la ciudad, las carreteras serpentean entre viñedos costeros donde nace el txakoli, un vino suave y ligeramente espumoso muy ligado al territorio que marida como ninguno con los pescados de la zona.
Las queserías familiares abren sus puertas a quienes desean conocer cómo se elabora el queso Idiazabal, con leche cruda de oveja latxa y siglos de saber transmitido.
Getaria es otra joya imprescindible en el país Vasco. Pueblo marinero, de balcones de madera, donde el pescado se asa sobre brasas a pie de calle. Las brasas, el humo, el crujir del pescado y el murmullo del mar componen una sinfonía que emociona.
La belleza del viaje lento
Viajar en otoño por el norte de España es rendirse a los pequeños placeres: un paseo entre hayas doradas, una charla pausada en una taberna antigua, una copa de vino en una terraza mirando al horizonte.
Es recuperar el arte de mirar, de conversar, de disfrutar sin prisas.
En nuestra agencia de viajes, diseñamos escapadas privadas que respetan ese ritmo natural.
Te proponemos rutas que combinan arte, gastronomía y naturaleza, con chofer privado, guías especializadas, visitas a bodegas con catas dirigidas por enólogos, y picnics gourmet en paisajes de postal.
Conocer el norte en otoño es también alojarse en casonas históricas o hoteles boutique rodeados de viñedos, dejarse sorprender por los sabores de una cocina honesta y sin artificios, y descubrir que el lujo, a veces, está en la sencillez bien hecha.
Para quienes buscan experiencias con alma, este viaje no es solo una opción. Es una invitación.
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